SAIA-90, de la Promesa al Olvido.

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CADETE I AÑO ORESTES RODRIGO.


A principios de los años 80, en nuestro país surgió la idea de contar con un avión de combate de última generación para la época. Recordemos que, para entonces, el IA 63 Pampa era una realidad y marcaba el inicio de un ambicioso proyecto que culminaría con la fabricación de un avión furtivo de cuarta generación, siendo este el punto máximo de desarrollo tecnológico de la entonces FMA (Fábrica Militar de Aviones).

El SAIA-90 apareció como prototipo de superioridad aérea con capacidades furtivas. Dicha aeronave se diseñó en función de la experiencia adquirida durante la Guerra de Vietnam, ya que los combates se realizaban a baja cota y a una velocidad no mayor de Mach 0,9. Por lo tanto, la velocidad no era una preocupación principal; debía ser supersónico para cumplir con su capacidad furtiva, pero además debía destacar en su velocidad de viraje.

Contaría con dos motores turbofan General Electric F404, con un empuje de aproximadamente 5.600 kg cada uno, lo que le permitiría alcanzar velocidades cercanas a Mach 2 y un techo de vuelo de unos 57.000 pies. En cuanto a su armamento, se incorporarían dos cañones Mauser de 27 mm, la posibilidad de llevar misiles AMRAAM y puntos de anclaje para el lanzamiento de bombas.

Este avión iba a ser el último paso para concluir un megaproyecto de tres aeronaves. Con el desarrollo del Pampa, las bases estaban más que consolidadas para su avance, pero las distintas complicaciones económicas y las promesas incumplidas en los plazos de entrega hicieron que el proyecto se volviera inviable. El programa mismo tardaría entre 12 y 15 años, posterior a la aprobación de sus especificaciones, por lo que la aeronave en sí estaría realizando sus vuelos de prueba a mediados de la década de los 90. Las complicaciones económicas surgieron debido a la falta de apoyo de socios internacionales; empresas como Aeritalia-Aermacchi, McDonnell Douglas o la misma Lockheed Martin ya tenían cubiertas sus ofertas de aviones de caza. Además, la situación económica de nuestro país en esos años no ayudaba en absoluto.

Si bien el desarrollo de una aeronave de estas características es muy complicado y demanda muchísimo tiempo, dejó entrever el potencial y la capacidad de la industria nacional. La puesta en marcha de un proyecto de tal magnitud habría permitido a la Argentina fortalecerse y reconstruir su capacidad en cuanto a innovación tecnológica y producción, situando al país en el lugar que siempre debió ocupar.