BELGRANO, LIDER INDISCUTIBLE DE NUESTRA PATRIA

Manuel Belgrano
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AUTOR: Cad. III Hartinger Fiore Agustín


Antes de empezar a hablar sobre Manuel Belgrano, y el porqué de su «liderazgo» y total ejemplo a seguir, me gustaría explayarme en lo que se considera necesario para ser llamado «líder», y más aún en el sector castrense.

Un líder es aquel que influye en los demás de manera significativa y positiva, provocando emerger la mejor voluntad y compromiso de su gente, debe de ser optimista a pesar de las circunstancias y se debe encargar de motivar a sus pares y subalternos para lograr concretar una meta u objetivo en común. También debe impresionar a las personas, inspirar confianza y contar con habilidad para expresarse y actuar.

Se suele expresar que la figura de líder no nace, sino que «se hace con el tiempo». La mayoría de las veces atraviesa caminos sinuosos y complicados, difíciles de seguir el paso, en los que obtendrá la experiencia que le valdrá en un futuro, realizará arduos trabajos, se enfrentará a distintos desafíos y pruebas, donde no siempre saldrá con el mejor resultado y deberá mantener la templanza, pues deberá saber que de los errores se aprende.
El líder tiene que contar con ciertas características y virtudes como la humildad, la responsabilidad y la abnegación. Moralmente hablando el líder tiene que ser una buena persona.
Belgrano, en mi opinión personal, es el más claro modelo en lo que respecta a ser un buen líder.
Su figura y persona, en un principio totalmente desconocido y luego altamente criticado, se fue agigantando con el tiempo y ganando el respeto y la admiración de toda una Nación. Su participación fue decisiva para romper cadenas con la dependencia española de más de 300 años.
Manuel Belgrano nunca realizó una carrera militar, por el contrario: estudió latín y filosofía, luego se preparó en Salamanca, Valladolid y Madrid donde se formó en leyes y se graduó como abogado.
En 1797 recibió el cargo de Capitán de las milicias urbanas de Infantería de Buenos Aires, y nueve años después participaría en la defensa de dicho lugar ante la primera Invasión Inglesa de 1806, enfrentándose a las tropas del Brigadier General William Beresford.
Durante más de un mes la bandera británica flameó en la ciudad, Bs As fue colonia inglesa y se debía jurar fidelidad al Rey Jorge III, sin embargo Belgrano, demostrando verdadero amor a su terruño, se negó rotundamente a hacerlo y prefirió exiliarse a la Banda Oriental, donde se unió a las tropas de Liniers y participó activamente en la reconquista del poblado porteño.
Un año más tarde, en 1807, también cooperaría en la defensa de la ciudad de Buenos Aires frente a la segunda invasión británica.
En Mayo de 1810 se vería envuelto en los ideales revolucionarios, donde se consolidaría el Primer Gobierno Patrio, del cual Manuel Belgrano formaría parte, desempeñándose como vocal. Sus ideales lo obligarían a renunciar voluntariamente a su sueldo por el cargo.
Como el movimiento fue íntegramente porteño, la Junta debió enviar expediciones militares para asegurarse de anexar territorios a la causa patriótica, o luchar ante focos antirrevolucionarios. Es así como en 1811 a Manuel Belgrano se le asigna la tarea de comandar un ejército; cumpliendo con su ideal de estar donde la Patria disponga y trabajar para el bien de ella, a pesar de su inexperiencia militar, deja de ser un abogado y economista para comenzar a ser General en Jefe a cargo de un ejército, y dirigirse al Paraguay.
La expedición partiría de San Nicolás de los Arroyos en el mes de septiembre.
Belgrano, reconociendo sus falencias, celoso del cargo que desempeñaba, aprovecharía la distancia y el tiempo hasta llegar al Paraguay para estudiar y leer libros sobre manejo de armas y tácticas militares.
Luego de tres meses, por las grandes dificultades del terreno y condiciones climáticas, lograría llegar a la capilla y puesto Jesuítico de San Gerónimo. Desde allí realizaría algo paradigmático: emitir una proclama a los pueblos originarios de las Misiones explicando los motivos de su presencia en la región. También despacharía una nota al gobernador, al Cabildo y al Obispo de Asunción pidiéndoles un acuerdo para evitar el derramamiento de sangre, invitándoles a que se sometan a la Junta de Buenos Aires. Sin embargo, la respuesta fue negativa… habría guerra.
Belgrano se enfrentaría en armas con los realistas, obteniendo una sola victoria: Campichuelo, luego se verían las caras en Paraguarí, donde serían duramente derrotados y finalmente lucharía en Tacuarí, donde la superioridad paraguaya se hizo notar, era apenas un pequeño puñado de patriotas frente a dos mil soldados. No obstante, Belgrano y sus hombres resistieron la feroz lucha, demostrando bravura y valentía durante 7 horas. Generales y comandantes de alto cargo paraguayos, asombrados por el desempeño de las tropas contrincantes, permitió una tregua donde se pactó una clara derrota del Ejército Revolucionario, derrota que significo la pérdida total de la adhesión del Paraguay a la “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias Unidas del Rio de la Plata”.
Belgrano ganó el respeto del Paraguay que le rindió honores y le permitió retirarse, a Él y su tropa, sin entregar sus armas.
Desde el punto vista militar la campaña fue desfavorable, pero muy beneficiosa a nivel diplomático y le sirvió de escuela para el campo de batalla. Poco tiempo después, Paraguay lograría su independencia. «Antes que los restos del ejército de Belgrano dejaran el país estaban ya sembradas las semillas de la revolución que no iban a tardar en dar sus frutos».
En febrero de 1812, Manuel Belgrano creó el primer símbolo patrio: la escarapela, con el objetivo de diferenciar a los soldados unidos a la causa patriótica de los que no lo estaban, fomentando un espíritu de cuerpo y pertenencia en su tropa. Luego Belgrano, con la intención de incentivar y fortalecer más aún la identidad nacional, crea el pabellón nacional y el 27 de febrero, sin autorización del gobierno. Decidió presentar la obra a sus soldados, enarbolándola a orillas del río Paraná en las baterías que él mismo había bautizado como Libertad e Independencia, haciéndoles jurar fidelidad y respeto al símbolo de unión, entrega y constancia. El General Belgrano expresó: “Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!»
Luego de este acontecimiento, a Belgrano se le da la orden de hacerse cargo de un nuevo ejército: el Ejercito del Norte. La hueste, recientemente derrotada en Huaqui, venía en retirada y aguardaba un nuevo jefe capaz de orientarlos en San Salvador de Jujuy.
Belgrano se encargó de levantar el ánimo y la moral de la tropa. Solicitó ayuda urgente al gobierno central de Buenos Aires que nunca llegó por lo que, para mantener a su ejército, cubrió gastos utilizando dinero de su propio bolsillo.
Sus hombres no estaban en condiciones de luchar ante un enemigo superior, en consecuencia Belgrano determinó una tajante y severa sentencia: emprender una retirada hasta Tucumán, no sin antes arrasar toda la tierra. Afrontó las duras críticas e insultos de la oligarquía jujeña, debió convencer a los sectores ricos y pobres de abandonar y quemar lo mucho o poco que tuviesen, renunciando a todo sin mirar atrás y emprender un viaje hacia un futuro incierto.
El 23 de agosto de 1812, Belgrano lograría un hito para la historia: el éxodo de toda la población de Jujuy. En tan sólo cinco días recorrería 250 kilómetros hasta Tucumán. Allí esperaría el avance realista. Es en este contexto cuando Belgrano recibe una carta con la orden de replegarse a Córdoba con el objetivo de proteger Buenos Aires, sin embargo nuestro prócer desobedece la orden y se niega a dejar a su gente, es lo correcto, las consecuencias no importan.
El 24 de septiembre lograría una gran victoria en la Batalla de Tucumán. Los realistas deben retroceder hasta Salta. La gente ve en Belgrano esperanza, un motivo a seguir, una luz en tanta oscuridad.
Luego de cinco meses de preparación y planificación el Ejército del Norte se enfrentaría una vez más ante los españoles, el 20 de febrero de 1813 en la Batalla de Salta, donde Manuel Belgrano tomaría una decisión controversial, la bandera celeste y blanca cuya implementación había sido prohibida, con órdenes de destruirla, va a la cabeza de la formación: claro emblema de identidad y fortaleza.

La Batalla fue un éxito, Belgrano logró lo imposible, vencer a un férreo enemigo. Es aquí cuando la humildad y el gran corazón de Belgrano se hace notar una vez más: a todos los caídos en el combate los entierra en una fosa común, sin distinción de bando, y en el lugar monta una gran cruz con la frase tallada «a los vencedores y vencidos de la Batalla de Salta», a los enemigos les perdona la vida y los libera, no sin antes hacerlos jurar que no vuelvan a tomar un arma en contra de la Revolución. Al general a cargo del ejército español, Pío Tristán, su amigo personal durante su formación en Europa, le da un abrazo al frente de todos y le devuelve la espada que le había dado en claro gesto de rendición.
Tras el triunfo obtenido gana como recompensa una grandísima suma de dinero, la cual dona totalmente con el fin de construir escuelas públicas (éstas tardarían más un siglo en construirse).
Después de la epopeya, Belgrano avanza hacia el Norte donde es derrotado duramente en Vilcapugio y Ayohuma. Es aquí donde conoce a Juana Azurduy y la nombra Teniente Coronel por su gran valentía y labor en combate, además, le regala su sable. También nombra como Capitán de capitanes a María Remedios del Valle. Es algo completamente innovador y nunca antes visto, Belgrano es un adelantado para la época y reconoce gran protagonismo en la mujer.
Después de las duras derrotas,  Belgrano es reemplazado en su cargo por San Martín, poniéndolo al tanto de la situación compleja que implicaba seguir peleando por el Alto Perú, de la topografía y de la idiosincrasia de la región. Le sugirió bajar hasta Tucumán y pensar una sólida defensa.
Enfermo, lejos de las batallas realiza tareas políticas. Es enviado en misiones diplomáticas a Europa. En 1816 Belgrano regresa y participa vivamente para la declaración de nuestra Independencia.
Finalmente el 20 de Junio de 1820, fallecía en la Patria. Un solo periódico se encargaría de dar a conocer la noticia que pasaría desapercibida. Su lápida se realizaría con un mármol de la mesada de su cómoda, con un escrito muy sencillo “Aquí yace el General Belgrano”. Antes de morir, como único medio de pago que le quedaba, decidió darle un reloj a su médico personal por sus servicios prestados.
Si algo queda claro es que la mejor forma de ejercer el mando y lograr convertirse en un líder, es a través del ejemplo, tal como lo hizo nuestro prócer, dedicando toda su vida al bienestar de nuestra Patria, una persona con ideales sólidos, gran nobleza, honestidad y sentido humanitario. Personalidad difícil de encontrar en nuestros días.

Manuel Belgrano: «Mucho me falta para ser un verdadero padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.»