“Respondiendo a una amable invitación que el señor Director me hiciera llegar, tengo la inmensa satisfacción y profunda emoción de compartir con vosotros este acto que, pese a la acostumbrada sobriedad castrense, reviste, para quien les habla, un hito muy trascendente.
En esta circunstancia, tendré el enorme privilegio y honor de depositar en custodia de esta querida Escuela de Aviación Militar, la gloriosa bandera que, en el amanecer de aquel histórico 2 de abril, ondeara majestuosa por primera vez en la “B.A.M. Malvinas» allá, en Puerto Argentino.
La bandera que hoy dejaré en vuestras manos, entre otros hechos trascendentes, fue testigo del titánico esfuerzo realizado por los integrantes de los escuadrones de transporte que, a través del gigantesco «puente aéreo», afrontaron riesgos y sacrificios sin límites. Esos hombres batallaron sin descanso contra toda adversidad en procura de brindarnos ansiosamente una ayuda.
También contempló, aquel inolvidable 11 de abril, Domingo de Pascua, que humildemente desde nuestro vivac, consagramos a la Virgen-Madre y Reyna, nuestras almas y las tierras robadas por una reina impía.
A la sombra de sus pliegues, nuestros hombres, sin distinción de cargo o jerarquía, trabajaron denodadamente con estoicismo y ejemplar espíritu de sacrificio, en la preparación de la defensa, compartiendo sin desmayos la larga y tensa vigilia esperando al invasor.
En más de una oportunidad, esta bandera contempló la profunda emoción que embargó a muchos argentinos bien nacidos que, al pisar el suelo de nuestras islas y verla ondear majestuosa en nuestra tierra redimida, no pudieron evitar que alguna lágrima furtiva los traicionara.
Así llegó el inolvidable 1 de mayo en que, desde nuestro puesto de combate, tuvimos el privilegio y el honor de compartir el glorioso bautismo de fuego de las alas de la patria, viendo cómo, nuestros cóndores de acero arremetían sin vacilaciones sobre la flota enemiga. Día memorable, en que nuestra madre del cielo, la Virgen de Loreto, bajó para llevarse, camino de la gloria, a nuestros primeros mártires. Por efectos de la furiosa batalla, y como asociándose a nuestro respecto y dolor, ante tanto derroche de valor y heroísmo, nuestra bandera bajó del mástil, transformándose simbólicamente en la gloriosa mortaja de nuestros héroes que nacían a la inmortalidad.
Hoy, interpretando los más puros y nobles sentimientos de los hombres de la Fuerza Aérea Argentina que compartieron esas difíciles y gloriosas jornadas que le tocó vivir a la Patria, quiero depositar en vuestras manos ese sagrado pabellón nacional.
De hoy en más, será como una condecoración que nuestra querida Escuela lucirá orgullosa y servirá como testimonio de la abnegación y el coraje del hombre de nuestro tiempo, para las futuras generaciones que transiten por sus claustros.
Después del 2 de abril de 1982, en todo el mundo se conoce el problema de las Islas Malvinas y se reconoce nuestro derecho a ellas. Ahora, se nos respeta como una nación que tiene el valor de luchar y de dar la vida de sus hijos, por defender lo que considera propio.
Dios, en su infinita bondad, ha de permitir que lo que nos pertenece por legítimo derecho, vuelva al patrimonio nacional por el camino de la paz y la comprensión de los pueblos. Pero, si el clarín de la Patria convocara nuevamente a la instancia bélica, debemos estar preparados, mejor que nunca, para librar, sin dilaciones, la batalla definitiva. Recuerden que hubo camaradas nuestros que, al entregar su vida, nos comprometieron para siempre a ser dignos de ese sacrificio y a seguir luchando por los ideales que ellos defendieron. Sólo así, seremos fieles y respetuosos a la memoria de todos los valientes que, en las lejanas islas y en el inmenso océano, llenos de fe y coraje, derramaron su sangre generosa e inmolaron sus vidas en el altar de la Patria y nos están esperando.
Señor Director, en este acto, en nombre y en representación de los ex combatientes de la Fuerza Aérea que lucharon en las islas del Atlántico Sur, os hago depositario de la primera bandera que perteneció a la gloriosa y jamás neutralizada BAM MALVINAS. Al contemplar sus cicatrices, comprobareis que el espíritu de nuestros mártires no ha muerto y seguirá viviendo entre nosotros de aquí a la eternidad”.
Córdoba, diciembre de 1982.</em
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