Brigadier General D. Bartolomé De La Colina

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Por Comodoro VGM (R) Oscar Luis Aranda DURAÑONA (*)


Nació en La Rioja el 20 de octubre de 1894.

Se incorporó como cadete becado en el Colegio Militar de la Nación en marzo de 1913. Por su aplicación y adhesión a los valores militares, fue ascendido a cabo cadete en octubre de 1914 y a cabo primero cadete en julio de 1915.

A fin de año, egresó como Subteniente de Artillería. Su primer destino fue el Regimiento Nº 4 de Artillería Montada, en Córdoba. En agosto de 1916, fue transferido al Colegio Militar como instructor. Dos años más tarde, regresó a la Unidad de Artillería. A fines de 1918, ascendió a Teniente.

Después de aprobar un curso especial del Colegio Militar, entre marzo de 1920 y enero de 1921, se incorporó a la Escuela Militar de Aviación de El Palomar.

La capital mediterránea y el vuelo mecánico habían entrado definitivamente en la vida de Bartolomé de la Colina.

Recibió el diploma de Aviador Militar el 12 de enero de 1922. Durante un año permaneció en el Grupo Nº 1 de Aviación como auxiliar de la Sección Fotografía y adscripto a la Escuadrilla de Caza. Su pasaje por el Grupo coincidió con la transformación de la Escuela Militar de Aviación original en una unidad aérea de combate siguiendo los dictados del director del Servicio de Aviación del Ejército, Teniente Coronel Enrique Mosconi.

En la Sección Fotografía, De la Colina entabló una relación cordial y de mutuo respeto con el jefe y primer experto en Fotografía Aérea del Ejército, el Mayor Ángel María Zuloaga. Con la Escuadrilla de Caza, el 9 de Julio de 1922, participó en el gran desfile aéreo entre el Congreso y la Plaza de Mayo, con dieciocho máquinas, para conmemorar la Independencia. Al mando de un Savoia SVA 5, italiano, De la Colina formó en el ala derecha del comandante de la escuadrilla, Capitán Antonio Parodi.

En ese período, realizó los legendarios vuelos de aplicación de fin de año. Las expediciones tenían el objetivo de explorar las rutas aéreas hacia los cuatro puntos cardinales de la Argentina. Integrando la segunda escuadrilla de caza, al mando del Teniente Primero Florencio Parravicini Diomira, junto con los Tenientes Darío G. Becerra Moyano, Aníbal M. Barros y el Sargento Primero Dante Ferrari, el Teniente Bartolomé de la Colina voló la ruta Oeste. Con cinco biplanos SVA 5, entre el 23 de noviembre y el 16 de diciembre de 1922, la formación siguió el itinerario que unía El Palomar, Mendoza y San Juan, y regreso. Recorrieron 2568 kilómetros en 18 horas 57 minutos.

Ascendido a Teniente Primero en 1922, fue comisionado al Ejército de Francia, donde se especializó en trabajos fotográficos, armamento y tiro de aviación. Oportunamente, se inscribió en la Escuela Superior de Aerotécnica de ese país, la más avanzada en industria aeronáutica. Capitán en 1926, prorrogó la comisión para realizar una pasantía de cuatro meses en la fábrica de aviones de Breguet, donde profundizó conocimientos en el tratamiento térmico de metales, usinaje y ensayos. Al terminar la capacitación práctica, trabajó dos meses en el Servicio Técnico de Aeronáutica de Issy les Molineaux.

Se graduó de ingeniero aeronáutico el 15 de diciembre de 1927. Se desempeñó en la Fábrica Militar de Aviones (FMA) en 1928 y como director de Aerotécnica en 1931. El Ejército Argentino validó su título francés y le otorgó el diploma de Ingeniero Militar en julio de ese año.

Con el grado de mayor, el 15 de julio de 1936 dirigió esa planta fabril durante unos meses y luego prestó servicios en la Dirección General del Material Aeronáutico. Durante su gestión, se desarrolló la primera serie de aviones nacionales.

A mediados de octubre de 1931, en el máximo secreto, el Mayor De la Colina organizó el vuelo de ensayo inaugural del avión nacional Ae.C.1. Y el 29, la máquina efectuó la presentación oficial. Al respecto, De la Colina escribiría:

“La más grande de mis aspiraciones ha sido construir un avión comercial exclusivamente nacional. Hace algunos meses iniciamos los estudios necesarios, durante días y noches, con entusiasmo y perseverancia salvamos todos los obstáculos que se presentaban […] los trabajos de construcción y los talleres funcionaron febrilmente, en tres turnos, por espacio de muchas, muchas semanas, al cabo de las cuales el aparato estaba terminado […]. El ensayo fue secreto […] Di instrucciones al sargento Rodríguez sobre la forma en que debía pilotear, le hice toda clase de recomendaciones […] Imagínense si el avión argentino fracasaba, mi carrera ‒que poco me importaba‒ quedaba tronchada, pero lo grave es que la Fábrica Militar de Aviones habría dado argumento a los derrotistas, para tejer quién sabe qué comentarios, aparte que corría grave riesgos una vida preciosa: la del piloto. […] Pero cuando observé que el Ae.C.1 respondía perfectamente a las pruebas que lo sometían y que luego aterrizaba sin un solo inconveniente, sin una sola falla ‒tan comunes en los ensayos‒ mi espíritu fue presa de una intensa emoción, la más grande que he experimentado en mi vida”.

Entre mayo de 1932, en el Primer Salón de Aeronáutica montado en la Sociedad Wagneriana, Florida 936 de Capital Federal, se expusieron las líneas elegantes del Ae.C.2, avión de gran turismo, diseñado y construido en la FMA a partir del Ae.C.1.

Un año más tarde, con nueve máquinas, el Teniente Coronel Zuloaga comandó la histórica Escuadrilla “Sol de Mayo” entre El Palomar y Río de Janeiro y regreso, con un recorrido total de 4560 kilómetros (6000 si se adicionan los 1500 de ida y regreso a la FMA).

El 7 de julio de 1934, la FMA entregó a la Dirección General de Aeronáutica la primera escuadrilla de aviones militares compuesta por doce Ae.M.Oe.1. En esa oportunidad, De la Colina descubrió el monolito denominado Ala Simbólica y, dirigiéndose al Teniente Coronel Zuloaga, expresó:

“[…] os hago entrega de esta bandada de aviones argentinos que allí os esperan, construidos en este benemérito rincón de la Patria, […] vuestra pericia y corazón sabrá hoy, como ayer y mañana, hacer flamear las escarapelas de sus alas en un esfuerzo de superación constante, y que, desde nuestras bases aéreas, adonde pronto se incorporarán, estarán siempre dispuestas a levantarse y convertirse en vigías permanentes de la seguridad, bienestar y progreso de la Nación”.

Por factores ajenos a De la Colina, la producción de los aviones nacionales se cerró en 1937, cuando se suspendieron definitivamente sus Certificados de Aeronavegabilidad. La frustración se inscribe en el extenso listado de fiascos argentinos. Quedó como legado la adquisición y producción de tecnología de avanzada y la capacitación de los recursos humanos, requisitos indispensables para ascender de la condición de país agroexportador a la de industrializado.

Con el grado de Teniente Coronel, prestó servicios a partir de marzo de 1938 en el Cuartel Maestre; desde el 21 de febrero de 1941 y durante tres años, fue director de Material Aeronáutico. Luego de ascendido a Coronel, el 12 de febrero de 1944 asumió el Comando en Jefe de Aeronáutica y gestionó la transición entre el Arma de Aviación y la Secretaría de Aeronáutica. De acuerdo con el nuevo escalafón, el Coronel De la Colina ascendió a Brigadier.

Nombrado primer secretario de Aeronáutica el 4 de enero de 1945, renunció al cargo el 12 de octubre, por estar en desacuerdo con el desplazamiento del Coronel Perón de la vicepresidencia de la Nación; pero al mes siguiente aceptó reasumir el cargo.

Promovido a Brigadier Mayor, el 4 de junio de 1946 continuó sus funciones como Ministro Secretario de Estado de Aeronáutica del gobierno constitucional.

Se retiró como Brigadier General en marzo de 1949. Elegido personalmente por el Coronel Perón, la obra creadora del Brigadier De la Colina al frente de la Aeronáutica Argentina en todas sus manifestaciones es inabarcable en una reseña.

Secundado por el Brigadier César A. Ojeda y un grupo ferviente de aviadores militares, puso en marcha el proceso titánico de no solo organizar una nueva fuerza armada de la Nación sino de desarrollar la totalidad de los campos donde se cumple el quehacer aeronáutico: normativo, doctrinario, personal, material, técnico, de apoyo al vuelo, infraestructura.

A los cinco años, sin lugar a dudas, la Fuerza Aérea Argentina era la mejor equipada y adiestrada de América del Sur. Además de aviador militar, ingeniero aeronáutico e ingeniero militar, al Brigadier De la Colina le concedieron los diplomas de Oficial de Estado Mayor de Aeronáutica y de Estado Mayor del Ejército, ambos honoris causa, en setiembre de 1946.

El 31 de octubre de 1966, por Ley 17002 fue reconocido Precursor de la Aeronáutica Argentina.

Falleció el 28 de junio de 1967, en Córdoba, cerca de la Fábrica Militar de Aviones, por la que tanto había bregado para que fuese a la vanguardia de los países industrializados.

 

Fuente: https://www.faa.mil.ar

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