DIOS LOS BENDIGA Y… ¡VIVA LA PATRIA!

Esas fueron las palabras que utilizo el soldado Veterano de la Guerra de Malvinas Clase 1963 Claudio Alejandro Ávila en su carta de agradecimiento al Director de la Escuela de Aviación Militar y al personal que lo acompaño en su recorrida por las instalaciones del Instituto.

Sin dudas el martes 07 de Mayo de 2019 no  sería un día más en la  de vida de Ávila, su esposa  Gladis y su padrino Luis. Aquella mañana lluviosa y gris llegó acompañada de muchos recuerdos, una mezcla de emociones, sentimientos y el regreso después de tantos años a aquél lugar donde aprendió tantos valores que marcaron su vida para siempre.

Claudio es docente jubilado y recibe cada año invitaciones de escuelas de Santiago del Estero para compartir con los alumnos su experiencia en el conflicto del Atlántico Sur, es por ello que se contactó con la Escuela de Aviación Militar para solicitar elementos que había utilizado como soldado durante la Guerra de Malvinas. Se le concedió una audiencia con el Director del Instituto y así comenzó  su inolvidable experiencia. Inició su visita en el despacho del Brigadier D. Walter Humberto BRUN, quien le brindó una cálida bienvenida, continuó por la sala de Malvinas perteneciente al Cuerpo de Cadetes, donde compartió alguna de sus vivencias con el personal allí presente y finalizó en su tan querido y recordado Escuadrón Tropas del Grupo Base Escuela, allí  se le entregaron elementos como casco, pala lineman, porta cargador, entre otros.

Estos gestos enaltecen mis sentimientos de haber pertenecido a la Fuerza Aérea Argentina y desatan en mi corazón un fuerte grito de ¡Viva la Patria!

Por momentos, desbordado de emoción sujetaba esos objetos con nostalgia, recordando que aquel casco no sólo le sirvió como elemento de protección sino que también le  permitió poder alimentarse al  utilizarlo  como  plato tomando sopa en él y que con una pala idéntica a la que estaba recibiendo construyó  su trinchera. Mencionó que su mayor anhelo es poder regresar a las Islas y encontrar su trinchera donde dejó enterrado su jarro antes de ser tomado prisionero, con la esperanza de poder regresar algún día y recuperarlo.

Pasado el mediodía, con los ojos llenos de lágrimas y sólo palabras de agradecimiento, Claudio y su familia  emprendieron el viaje de regreso a su Santiago natal.